domingo, octubre 22, 2006

 

Nuestras señoras polacas

Me meto la mano en la cabeza. Adentro. Busco una idea. No la encuentro. Quizás no me quedan ideas.
Entonces abro un cajón. Agarro un papel. Escribo una palabra. Una palabra con forma de idea. Me como el papel. Me meto de nuevo la mano en la cabeza. Y… voilá! ¿Pero para qué quiero yo una idea adentro de mi cabeza? Eso no lo sé.
Me cuelga una idea de una de mis trenzas y dice así:
En Polonia hay dos señoras. Una es muy gorda. La otra también. Toman ginebra a toda hora. Y cuando sonríen un poco, ya se van a dormir.
Me cuelga otra idea de la lengua. Aquí va: Cuando estas dos señoras se acuestan, sus sueños son visitados por tortas y pastafrolas. Es por eso que cada día se despiertan más y más gordas.
Camino y me cuelgan ideas de los pulgares de los pies. Algunas me hacen cosquillas. Pero, básicamente, las ideas dicen algo así:
Estas señoras polacas deciden no juntarse más a tomar ginebra. Las risas de las ginebras son las causantes de esos sueños tan dulces y tan altos en contenido calórico. Ahora se juntan a jugar a la baraja y a comer pastafrolas y tortas, que juntas cocinan por las tardes.
Se me resbala otra idea, desde el interior de mi nariz, y esta vez espero que sea la última. La idea dice algo más o menos así:
Cuando estas dos señoras se acuestan, de ahora en más sus sueños se bañan y se zambullen entre cascadas de ginebra. Toman hasta el hartazgo y así es como se despiertan, todas las mañanas: muy esbeltas y sonrientes, nuestras señoras polacas.

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