viernes, octubre 20, 2006

 

Arpegios y dragones

Este cuento lo mandé al concurso de Imaginaria. En principio no me parecía gran cosa, pero después de leerlo de nuevo le he tomado mucho cariño. Se aceptan todo tipo de comentarios.

Nicolás soltó las teclas cuando en la mitad del Opus 15 de Schumann salió del interior del piano un dragón.
–Nico, no escucho que estés practicando –gritó la madre desde su estudio.
Las alas púrpura planearon por la sala y sin apuro descendieron sobre el jarrón de porcelana. Los ojos gatunos se clavaron en la nuca del muchacho, como un águila que ha visto a su presa y espera el momento adecuado para atacar.
Las manos de Nicolás fueron las únicas que se atrevieron a moverse y, sin prestar atención a las partituras, danzaron un famoso nocturno de Chopin. Tres sirenas chapotearon dentro del piano y casi sin salpicar saltaron hasta la biblioteca y tararearon la melodía mientras se peinaban. Hubiera deseado hablar con ellas pero su madre estaba de muy mal humor esa mañana, por lo que prefirió dedicarles el “Sueño de amor” de Liszt, mientras el sol escalaba los estantes finamente decorados, escabulléndose entre los lomos de las enciclopedias y estallando en mil arco iris desde la enorme araña que dormitaba en medio de la sala. Un grupo de hadas se descolgaron de las estatuas inmaculadas para zambullirse en la alfombra.
Las sonatas de Scarlatti despertaron a duendes, dos ogros y siete enanos. El entusiasmo se convirtió en risitas ahogadas cuando un concierto para piano de Mozart invitó a un grupo de salamandras a chisporrotear de satisfacción y lanzarse a las crepitantes llamas del hogar.
Después vinieron las ondinas de Beethoven, los gnomos de Ravel y una imponente ave fénix que Chaikowsky liberó del interior oscuro del piano y que terminó consumiéndose en un magnífico final.
Nicolás estuvo tentado a jugar con las teclas pero los tacos de su madre estallaron sobre el piso del pasillo, acompañados por unos zapatos desacompasados.
–Tómese su tiempo –le dijo la mujer al afinador mientras se acercaban-. Nicolás acaba de terminar por hoy.
El niño se puso de pie y miró como el hombre de gris se metía dentro del piano.
–Lo usan mucho ¿no?
–Efectivamente, cuando mi hijo concluye sus ejercicios comienzo yo, usted sabe, cinco conciertos al mes, una gira, alumnos, el piano casi no se detiene de la mañana a la noche.
–Claro, claro –dijo sacando una ballesta, un martillo parecido al Mjlorin de Thor y un anillo lleno de runas que su madre supuso que pertenecía a los Nibelungos.
Nicolás miró por la ventana, al jardín y pensó en nuevas melodías, ritmos más alegres, arpegios, escalas, melodías coloridas, ligeras, profundas y emotivas, pero sabía que no le estaba permitido salirse de la partitura.
–Listo, ¿sería tan amable de probarlo por favor? –sonrió el hombre, adulador.
Su madre apenas se ruborizó, cerró los ojos y con medida exactitud desenrolló el Claro de luna de Beethoven, apagó al sol y permitió que la luna se escurriera por las columnas finamente ornamentadas, los cuadros ahora grises, los sillones románticamente monocromáticos. El afinador respiraba cada nota con deleite.
–Perfecto –dijeron ambos y regresaron al pasillo mientras el sol los acompañaba estirando las últimas sombras de la tarde.
Nicolás se quedó sólo frente al piano y disfrutando sus pocos segundos de soledad improvisó unas notas y un galeón pirata surcó la sala impregnada de sal.


Las ilustraciones son de los libros de Seres Mitológicos Argentinos (Albatros) y de Dragones del mundo (Ediciones B)

Comments:
Delicioso cuento, Leo. ¡Qué maravillosa imaginación la tuya! Me parece inevitable tomarle cariño a tu historia, y aunque no sé con qué suerte correrá en el concurso, no me cabe duda de que es una ganadora por derecho propio. Y en cuanto a las ilustraciones ¿hace falta decir una vez más lo mucho que me gustan?
 
Ahora entiendo...vos sabías lo que pasaba cuando tocabas el piano...y tocaste, la melodía dulce, sentida, sin partituras, la que iba a soltar el encantamiento secreto, ese que me envolvió y no puedo dejar de sentir. ¡Tócala de nuevo Sam!
 
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